El miércoles 25 de Noviembre, LA VERDAD publicó mi artículo titulado “El Imperio de Chiclayo”, que al parecer fue todo un misil que golpeó la línea de flotación del Alcalde de Chiclayo. La mañana de ese día hubo sesión de Concejo, y el burgomaestre no tuvo mejor idea para descargar su furia que, airear el periódico en un momento de la misma. “Miren cómo me ataca Noblecilla y todo porque no le di los seguros municipales a su hijo, como me lo pidió una vez en mi casa”. Los regidores se miraban atónitos. Algunos, según me dijeron, no habían visto LA VERDAD, y no sabían de lo publicado.
Posteriormente, el Alcalde, que al parecer me quiere fuera del periodismo activo, conversó con un directivo de este diario, reclamándole por publicar mis artículos de opinión. “Él es responsable de lo que escribe. Es una opinión personal, y nosotros no vemos, ni infundios, ni difamaciones, ni agravios en lo que dice”. Entonces, al responder el “intocable” alcalde, cometió un gran error, cuyas consecuencias las va a lamentar más adelante. Y, no porque yo pueda iniciarle alguna acción juridicial, como algunos regidores me lo han sugerido, sino, por lo que voy a explicar a continuación.
Cuando le preguntaron si podía probar de lo que me acusaba, dijo: “Sí, yo tengo en mi casa un circuito cerrado de televisión y GRABO a todos los que me van a visitar”. Creo que, no necesito recordarles, quién hacía esto y dónde terminó. Así que, ahora están todos advertidos.
Pues, bien, yo debo decir, honrado la verdad, que, efectivamente, tres o cuatro veces fui a la casa de quien, por entonces, era el candidato apepista. Y fui las primeras veces, porque el candidato que él designó para que cancele la publicidad de su campaña, no cumplía, y yo fui a reclamarle el pago. Me ofreció pagar por partes y, por cierto, cumplió. El asunto es que, en esas conversaciones hablamos de diferentes temas, entre ellos, un programa para asegurar las viviendas de los chiclayanos, que me habían hecho conocer, porque, efectivamente, uno de mis hijos trabaja en una compañía relacionada a ese rubro.
Me pidió, entonces, el copiador del interno de la Base Naval, que si podía contactarlo con el dueño de la empresa. “Por favor tráigalo a mi casa. Aquí hablamos”. Por supuesto, nunca sospechamos la felonía a la que parece estar acostumbrado. Y fuimos. Mi amigo le explicó de qué se trataba el proyecto y él se entusiasmó. Y, junto con uno de sus fieles regidores-escuderos, le aceptaron una invitación a almorzar.
De hecho nunca se cristalizó lo conversado. Yo, en lo personal, no tuve ni tengo nada que ver en el tema. Las críticas que formulo a la actuación que hasta ahora viene cumpliendo el “emperador”, es porque, desde mi punto de vista, da pie para hacerlas. Si no le gusta, mala suerte. No todos los que vivimos en Chiclayo consideramos que vivimos en un imperio. No todos somos aduladores. No todos estamos dispuestos a servir de alfombras.
Así que, ahora, todos estamos advertidos. Dicen que, en la oficina de la Alcaldía graban en vídeo y audio a todo aquel a quien le concede una audiencia. “Por seguridad” dicen sus allegados. Y, creo que está bien, en estos tiempos es bueno tener una tranquilidad en lo que se dice o se hace, pero invitar a tu casa para que grabes las conversaciones con tus invitados, y luego intentes utilizar las mismas para sacar algún provecho, me parece de una bajeza e inmoralidad repudiable y condenable.
“Emperador”, tenga la seguridad que seguiré dando mis opiniones con la mayor objetividad posible. Si tengo que criticarlo, lo haré. Si tengo que realzar algo positivo de su actuación, tenga la confianza que también lo haré. Pero, por ahora, debo prepararme porque: EL IMPERIO CONTRATACA.
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