Domingo tres de mayo 2015, por
fin, y luego de varios años de espera, se realizaron las elecciones internas en
el partido que fundó Haya de la Torre. Por diferentes causas, la dirigencia
nacional no había querido llevar a cabo el cambio de las autoridades apristas, pero arrinconados por las bases,
acicateados por la opinión pública que veía asombrada cómo cada día crecía la
presencia del narcotráfico en el partido político más tradicional de nuestro
país, no tuvieron otra salida que autorizar las elecciones.
Pero, como los propios apristas
saben, la cúpula no se las iba a poner
tan fáciles a los cuestionadores. “Quieren
elecciones, pues éstas son las reglas”, aseguran que dijo el primer actor
nacional. El hombre que dividió al APRA,
entre quienes siguen las enseñanzas de
Haya de la Torre y los que siguen los triunfos electorales de él. Sí me refiero
a Alan García. Y, entonces, dispuso con la audacia y visión política que no
deja de asombrar y tiene a su entorno más cercano como simples “felpudines”: “abran las puertas, que voten
todos los peruanos que quieran votar. El APRA es el partido del pueblo y todos
tienen derecho a pronunciarse”. Si cuñao, pero cuando fuiste presidente te olvidaste no solo de “todos” los
peruanos, sino que dejaste fuera a la gran mayoría de apristas convictos y
confesos.
Y, entonces, uno no deja de
sorprenderse, como apristas de viejo cuño, como mi amigo Guillermo Pérez Sialer, está convencido de que “ha sido una idea muy acertada, el aprismo representa al pueblo y tiene
la obligación de acogerlo”. Lo dice quien por diferentes motivos no ha
podido cumplir uno de sus sueños, servir como dirigente a su partido. Pérez Sialer, a quien no se le puede
señalar con el dedo de ser un aprista con rabo de paja, ha tenido que tragarse
la hiel del desencanto, de la impotencia, de ver cómo gente honrada, honesta,
con valores cívicos y morales han querido asumir la dirigencia local y no han
podido.
Y como aseguran varios de esos
apristas que siguen sintiéndose orgullosos de ser apristas, de formar parte de
esa hermandad, con historia, con muertos, con heridos. De esa historia que
habla de catacumbas, de perseguidos, de ultrajados y violentadas. Esos apristas
que apoyaron hasta con su sangre para que García fuera presidente y que luego
soportaron con estoicismos los desplantes y los maltratos que el “presidente de todos los peruanos” les
propinó. Esos que hoy, en su gran
mayoría, aceptan los dispositivos de una cúpula corrupta, desactualizada y
alejada del pueblo. “El partido nos llama a votar y votaremos”.
Esa fe es la que hay que destacar
y elogiar. Esa es la fe que propugnó el Viejo Maestro que, visionariamente dijo
un día: “Hoy comienza para los apristas
un nuevo capítulo de la historia del Partido. Las páginas de gloria o de
vergüenza las escribiremos nosotros con sangre o con fuego”. Ese mismo Haya
de la Torre, quien también dijo “Quien
en esta hora de inquietud, de sombrías expectativas inmediatas para el aprismo
se siente acobardado, o sin fortaleza, no es aprista. En el APRA no queremos
apristas que duden. No queremos cobardes. No queremos traidores”.
Claro, y los apristas de la hora
actual, pero con historia familiar sufrida y doliente de los años de
marginaciones, encarcelamientos y deportaciones, revisan sus sentimientos y
sienten que fallarle al partido es fallarle al padre, al abuelo, al hermano
caído. Entonces, su corazón vence a su intelecto. Sabe que el partido ha caído hasta los sótanos más profundos, casi
cloacales. Sabe que durante 10 años de poder, el ser aprista no le sirvió de
nada, porque otros “flamantes e
interesados” apristas aparecieron de las manos de los jerarcas, pero allí
va él, a votar, a elegir a las nuevas autoridades.
Tiene un nuevo sueño. Sueña que esta vez sí se realizarán las elecciones.
Sueña que esta vez sí habrán cambios. Sueña que todas las denuncias sobre la
ligazón del partido, de su partido con el narcotráfico se van a aclarar. No le
importa que vote el vecino, que siempre le enrostra: “ustedes los apristas no
son más que narcotraficantes y rateros” y él siente que no tiene muchos argumentos para responderle. Y ahora
va a votar. Y la sonrisa ilumina su
rostro. Está seguro que la nueva página de la historia que el Jefe dijo que se
tendría que escribir, se haga con sangre y no con barro, con miasma. Eso
espera, mientras forma su fila para votar con su carne de aprista y su DNI (por
si acaso) y ve a su vecino que también forma su fila.
Cuatro listas mostró el aprismo
lambayecano, para que una de ellas se hiciera cargo de la conducción del
partido en los siguientes años. Pero, incluso aquí había una novedad. Solo el
60% de los ganadores serían dirigentes,
el otro 40% los pondría la lista que quedara en segundo lugar, y entonces, tendremos derecho a especular qué vendrá: un arroz con mango o una
pelea (versión siglo XXI) de los célebres protagonistas de la novela de Ciro
Alegría “Duelo de Caballeros”: los faites, Emilio Willman y Cipriano Moreno, conocidos
por los alias de “Carita” y “Tirifilo”.
Los aprista están acostumbrados a
pelear. Ya casi no se nombra a los bravos del APRA, como se les conocía antes “Búfalos”. Pero sin duda, ahora que las
discrepancias se dan más en los conceptos ideológicos y en la defensa de
intereses personales, nadie sabe si irán a tomar nuevamente plena vigencia. Percy Ramos, Vicente Cabrejos, Marco Gasco
y Juan Carlos Torres decidieron participar y desde el saque supieron, tres
de los cuatro, que iban a enfrentar al poder tras el trono.
Sin duda que Ramos Puelles, quien
había sido subsecretario saliente de Andrés
Palma, tenía desde antes de realizarse el proceso, todas las de ganar. Es un hombre del Hombre del APRA en
Lambayeque, Javier Velásquez Quesquén. No importaba su derrota del 5 de
octubre pasado. No importaban los cuestionamientos que su labor de alcalde han
generado. No importaban los probables juicios penales que se le podrían
presentar. Había sido leal con el Cacique lambayecano. No sé si servil, pero leal sí. Y entonces, el Sipán de nuestro
tiempo, lo volvió a investir. “Tú serás
el nuevo secretario general” habría sido el ofrecimiento dado.
Pero Ramos, que no es avezado como su mentor, comenzó a preocuparse.
Y habría dudado. Claro, un viejo zorro de estos menesteres electorales, que en
el pasado fue también del círculo cercano del Cacique, Vicente Cabrejos, entró
a competir. Ya había sido secretario general, consejero regional, era un hombre
del cogollo velasquista y sabía que, hablando fuerte y claro, haría temblar
varias piernas. Y se fue al cuello del
Cacique y ninguneo a Ramos. Le dio también a Gasco: “no tiene historia
partidaria” e ignoró a Torres.
Dicen que, entonces, Ramos
Puelles le pidió a su amigo, consejero, gurú y guía, que lo acompañe en la
campaña. Muchos apristas aseguran haberlos visto, incluso dicen que lo vieron
al Cacique levantando el brazo del exalcalde lambayecano. Entonces, así
cualquiera. Ramos ganó, para bien o para mal, pero ganó. Ahora dicen que el
gran perdedor fue Cabrejos, por su historia en el aprismo lambayecano, aunque
otros señalan a Marco Gasco como el gran derrotado. Gasco era, con Torres, la
esperanza de los jóvenes. Había hecho un gran papel en las elecciones de
octubre pasado. García confió en el su última visita. “Fue mucha su desesperación” asegura Pérez Sialer. “Se quemó”, dijeron otros apristas.
Gasco Arrobas, una de las jóvenes
esperanzas que tiene el aprismo lambayecano, debería tener siempre presente
unas palabras del Viejo y Gran Maestro: “Cuando
la juventud presencia el espectáculo de un país (partido) desorganizado,
desmoralizado y vendido, los jóvenes no pueden aprender otra lección que la
desesperanza”. Y, porque como lo dijera el 22 de Febrero de 1969: “El APRA fue, es y será un partido juvenil
y seguiremos siendo jóvenes, porque pensamos como ellos y porque creo que la
vejez empieza cuando los hombres mayores no entiendan a los más jóvenes”.
Dejen, Marco y Kiko, que otros se
hagan viejos, sin entender el mensaje del fundador. Vendrán otros tiempos para
ustedes y miles como ustedes. Mientras tanto solo podemos decir…Y AL FINAL EL
APRA SIGUE IGUAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario