lunes, 12 de mayo de 2014

MI AMIGO ANGEL NAVARRO CARLOS

Nos conocimos allá por 1967. Yo llegaba a “Pregón Deportivo”, el programa que fundó Juan Rafael Sorogastúa, con solo 19 años de edad y me encontré con gente mayor como Jorge Raffo Niquén, Antonio Cabrejos Fernández y el mismo “flaco” Sorogastúa. Ángel, era menor que ellos y del saque, congeniamos. Me acuerdo que él hacía los comerciales y el día en que llegué al estadio para participar en la transmisión de un partido, entre el José Pardo de Tumán y el Cultural Pucalá, me dijo: “tranquilo, no te desesperes y hazle caso a Antonio”. Eso porque me mandaron a nivel de campo a apoyar a Cabrejos Fernández y querían evaluarme para ver si daba la talla. Fueron muchas las jornadas que compartí con Ángel. En un inicio y con la gente de Pregón, en el local de Radio Lambayeque, que quedaba en la Av. Balta, casi en la esquina con la calle Francisco Cabrera. Era un local pequeño, antiguo, pero que tenía su auditorio. La radio pertenecía a la cadena nacional de un señor Cavero, que era dueño de Radio Victoria en Lima, donde triunfaba un chiclayano de nota, Juan Ramírez Lazo. Allí nos veíamos todos los días a las 7 de la noche. Los sábados y domingos había transmisiones a las que me fui acostumbrando. Ya no hacía informaciones a nivel de campo, sino desde la cabina y siempre al lado de Ángel. Con Pregón, cubrimos la campaña de Juan Aurich en el inolvidable 1968. Transmitimos desde diferentes lugares del país y estuvimos en el desempate final en Lima, cuando Cristal nos ganó 2 a 1 y se obtuvo el sub campeonato, que le permitió al Ciclón del Norte ser el primer equipo provinciano que participó en la Copa Libertadores de América. Ese partido que se jugó a estadio lleno, había conmocionado a la ciudad. El “flaco” nos dijo: “tenemos que transmitirlo”. Fue un día miércoles y yo lo veía difícil, pues todos trabajábamos. Juan Rafael, Jorge y Ángel, en el Banco Popular, Antonio en sus actividades comerciales y yo en la IPC, que luego sería Petro Perú. No sé cómo lo hizo, pero lo cierto es que, a las 3 de la tarde, con Juan Rafael a la cabeza, subimos los 4 a un avión que se fletó especialmente para la ocasión. Parecía mentira y allí estábamos llegando, una hora y media después a Lima. Me acuerdo que el partido era a las 9 de la noche y que terminando, debíamos ir al aeropuerto, pues el avión nos esperaba para regresarnos a Chiclayo. Yo pensé que íbamos a comer en uno de los restaurantes del estadio, pero Jorge Raffo, que era de buen diente dijo: “compadre hoy es un día histórico para Chiclayo, hay que disfrutarlo. Vamos a comer a un buen lugar, tenemos tiempo”. Ángel y yo nos miramos y asentimos. No era la primera vez que viajábamos en avión, que por entonces era un lujo, a transmitir partidos. Lo hicimos en un fin de semana para ir a Talara, a narrar y comentar el partido de San Lorenzo de Almagro que era el campeón chiclayano, contra el Sport Chorrillos, campeón talareño. Transmitimos arriba del alero de la tribuna de occidente del estadio Campeonísimo. La cancha era de tierra y el griterío infernal de la gente, hacía que la tribuna se moviera y los papeles con los comerciales, que Ángel debía leer, se le enredaban. Yo le dije: “compadre, ¿tienes miedo? ... y él me dijo: “no, lo que pasa es que hay mucho viento y no puedo sujetar bien los papeles”. En 1969, se jugó la eliminatoria – así se decía en ese tiempo, hoy dicen clasificatoria - para el Mundial de México. Al Perú le tocó enfrentar a Bolivia y a Argentina. La televisión era en blanco y negro y se transmitía en diferido. A Sorogastúa se le ocurrió que debíamos ir a Lima, para que con voces chiclayanas, se informara de los dos partidos que debía jugar el Perú. Primero fue Bolivia y transmitimos desde una cabina sin problemas. Fue la tarde en que el General Juan Velasco Alvarado, dio la salida de honor y ante el aplauso del público que llenaba el Nacional, se decidió a dar la vuelta olímpica. Estaba uniformado y comenzó por occidente y sur, con la gorra en la mano y arengando. Ángel y yo estábamos asombrados. No había pifias. De las tribunas bajaba un grito unánime: “Chino, chino, Perú, Perú”. Finalmente ganamos. La siguiente vez fue con Argentina. En Chiclayo, la gran mayoría de hinchas, esperaba la transmisión de Pregón. Pero, surgió un inconveniente, no había cabinas y la única solución era que nos colocaran el punto del teléfono en el baño de la tribuna de occidente. Aceptamos y allá fuimos. Fue el día en que Chumpitaz hizo un pase de 40 metros, Perico León bajó la pelota, como quien recoge una flor y entrando al área le metió un taponazo que el arquero argentino Cejas, no pudo detener. Golazo. Lo gritamos todos. El flaco Sorogastúa, soltó el teléfono. Raffo, no lo quería recibir. A Ángel se le cayeron todos los papeles Yo saltaba gritando hasta desgañitarme el golazo y me imagino que en Chiclayo, durante algunos minutos, nadie hizo caso a la transmisión, por los gritos de alegría que se había generado. Ese día vivimos una anécdota inolvidable: Al terminar el primer tiempo, Ángel tenía que leer los comerciales. Su “mesa” era un urinario. Los otros dos que había, los teníamos copados Juan Rafael, Jorge y yo. De pronto, un tipo, elegantemente vestido, apareció en escena. Nos miró sorprendido. Yo lo vi y me dije: “lo conozco, pero ¿dónde lo he visto?” y con Ángel, lo quedamos mirando y él nos pidió disculpas. Pasó a un reservado y solo cuando se fue, supe quién era. Ramón “Palito” Ortega. Era una estrella de la música sudamericana y gran hincha del fútbol. Nos quedamos con las ganas de pedirle un autógrafo. Luego del Mundial, Ángel se separó de Juan Rafael y decidió crear Ovación. Él, o los motivos de la separación, nunca los supe. No hubo un distanciamiento conflictivo. Cada quien siguió su camino y yo decidí ir con Ángel. Fuimos a Radio Star que quedaba en la calle Amazonas frente al Coliseo. El dueño era Carlos Romero Carretero. Se hizo historia en esa radio, donde también estuvo Pregón Deportivo, con Alberto Sorogastúa, el hermano del flaco, que era actor de teatro y trabajó con Oscar Artacho, un argentino que llegó a Lima como futbolista y terminó creando Pregón Deportivo en Lima. Carlos Romero, apoyó decididamente a Ovación. Con su hijo Carlitos Alberto, ya fallecido, viajamos a Piura, Sullana, Trujillo, siguiendo al Aurich. Ángel siempre lo fastidiaba como “lomo a lo pobre”. Fue una anécdota que se originó en un viaje a Trujillo. Carlitos nos llevó en su camioneta. Éramos como siete. Su papá le había dado el dinero para el combustible y el almuerzo. Cuando llegamos, eran como las once de la mañana y el partido era a las tres de la tarde. Carlitos me dijo: “vamos al mercado a almorzar”. Yo, que reconozco soy un poco difícil en esos temas, le dije: ¿“Estás loco? Vamos a un restaurante que conozco. No es caro”. Y fuimos. Al pedir, le dije al mozo: “¿hay lomo a lo pobre?” y me dijo que sí. “Que sean siete lomos a lo pobre” dijo Carlos Alberto, pensado que era un plato barato. Ángel y yo nos miramos y sonreímos. No le dijimos nada. Cuando empezaron a llegar los platos, Carlos Alberto dijo: “¡Asu! ¿Así comen los pobres en Trujillo? Y cuando llegó la cuenta, casi se desmaya. No lo podía creer y dijo: “ustedes verán cómo se regresan, porque estos lomos se han llevado toda la plata de la gasolina y voy a tener que regresar haciendo colectivo para llegar a Chiclayo”. Una vez fuimos a Cusco a transmitir un Aurich- Cienciano. Viajamos junto con Lucho Campos Colchón, otra gran figura del periodismo deportivo, que ya había estado allí. Llegamos a media mañana y antes de las doce, ya estábamos comiendo un lomo a lo pobre, que era por supuesto más espectacular que el de Trujillo. Hora y media después, fuimos al estadio para saber dónde estaban nuestros lugares de transmisión. Y, un colega cusqueño, nos invitó a comer choclos con queso, asentándolos con cerveza helada. Esa noche me sentí morir. Teníamos que hacer un informe a Chiclayo y salimos del hotel, que estaba cerca a la Plaza de Armas. No llegué. En una de las columnas de los portales dejé el recuerdo de todo lo que había ingerido. Me llevaron al hotel y allí me depositaron, mientras ellos se fueron a conocer la ciudad de noche. En otra oportunidad, fuimos a transmitir dos partidos en Lima. El Aurich jugaba con Alianza Lima en Matute y Boca de Ferreñafe con un rival, por la Copa Perú en el Estadio Nacional. Estábamos a tiempo, porque primero jugaban los profesionales. Le dije entonces a Ángel: “compadre, vamos caminando hasta el Nacional. Tenemos tiempo”. Ángel tenía un caminar pausado y me aceptó. Cada uno llevaba un maletín con los equipos que usábamos en la transmisión. Cuando de pronto, se escucharon fuertes gritos. Volteamos a mirar y asombrados, vimos una turba numerosa que corría hacia nosotros. Estaban a dos cuadras, pero se podía ver que estaba arrasando con todo. Nos miramos y ambos dijimos “Corre”. Llegamos al zanjón, jadeantes, asustados, pero sin ningún rasguño y con los maletines en las manos. Cuántas anécdotas compartí con Ángel. Le decían “Zorro”, yo nunca lo llamé así y tampoco nunca le pregunté por qué le pusieron ese apelativo. Estoy terminando el artículo y me acuerdo de una noche que reemplazamos a Juan Rafael en la televisión. Era aniversario de la tragedia del Aurich y por aquel tiempo, siempre se hacía un homenaje en la ciudad. Los dos compartíamos un banco en el set y Ángel empezó a recordar el momento trágico, cuando explicaba el choque del ómnibus, se quedo en blanco. Dijo: “y entonces apareció un……” yo me di cuenta, pero tampoco me salía la palabra y dije “un tranvía”. Él lo repitió y luego de un momento y riéndose dijo “perdón fue un tren”. El pasado miércoles 30 de abril, viajaba junto a mi esposa a Cajamarca, tenía un compromiso que me llevaría a estar tres días en esa ciudad. A las once de la noche, aproximadamente, me llamó mi compadre Raúl Sánchez para darme la noticia. Parecía mentira, pero era realidad. Descansa en paz Angelito. Ahora estarás con el Flaco, con el Pelao, con el Gallito Vélez, con Alejandro González, con Hisango. Y si hay partidos de fútbol, con seguridad que te vas a apuntar para narrarlos. Gracias por el tiempo que compartiste conmigo. Gracias por haberme permitido adquirir experiencia en el periodismo deportivo. Ten la seguridad que siempre diré con orgullo: “MI AMIGO ÁNGEL NAVARRO CARLOS”

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