Hace algunos días, un medio de comunicación
local publicó una denuncia que una ciudadana presentó en el Ministerio Público
contra los Fiscales Superiores: Alejandro
Lamadrid, Carmen Miranda Vidaurre y el abogado Jorge Tenorio Buitrón, este
último, al parecer, sería un asesor en dicha dependencia, acusándolos de malos
manejos en algunas de las licitaciones que se realizaron durante la presidencia
de los dos fiscales nombrados.
No conozco a la señora Miranda, más allá de
la difusión de su labor en los distintos medios de comunicación. Siempre me imaginé cómo habría sido su
reacción cuando en un medio le sacaron las famosas fotos bailando con el actual
Gobernador, siendo que éste tenía la condición de procesado en algunos casos
que estaban ventilándose en alguna de
sus fiscalías.
Sí conozco a Alejandro Lamadrid Ubillús. Sé de su hombría de bien, de su
profesionalismo. Conozco su férrea voluntad para seguir capacitándose, para
seguir aportando a su institución y al país, pues, es un experto en temas medio
ambientales y ha escrito algunos libros al respecto. Amigos comunes me hicieron
conocer su origen humilde, su paso por la Policía Nacional, los grandes
esfuerzos que debió hacer para terminar sus estudios de Derecho en la UNPRG, lo
excelente alumno que fue.
Alguna vez, cuando era ya Fiscal Superior, me
contó que vivía en el PJ Cruz de la Esperanza y que, quien por entonces era la Fiscal Decana, Margarita Gil, le había
dicho: “Doctor, mañana mismo busca usted
una casa en otra zona. Donde vive, corre
un riesgo mayor y eso me preocupa”. Y tuvo que salir. Sus hijas, verdaderas
joyas de su familia, se han hecho profesionales con el esfuerzo de su padre y
la dedicación de la mamá. Hay pues, como
en numerosas familias chiclayanas, un ambiente donde el amor de sus integrantes
conlleva a la práctica permanente de valores en todo orden de cosas.
Estimo que, tanto Lamadrid Ubillus como
Miranda Vidaurre y el abogado Tenorio Buitrón, saben que su actuación como
funcionarios públicos está sujeta al ojo avizor de muchas personas, algunas
estrictas pero con buena intención. Y,
en otros casos, con aplausos o golpecitos en la espalda, pero con el cuchillo
presto para clavarlo en las primeras de cambio.
En la primera semana del pasado Marzo, una humilde
mujer de 58 años de edad presentó una denuncia contra los fiscales mencionados
y el asesor, acusándolos de direccionamientos en algunas licitaciones. Martha Alejandrina Alarcón Juárez, que así
se llama la denunciante, se dedica a la limpieza de oficinas, como trabajadora
independiente desde hace algunos años.
Entre sus clientes está el abogado José Barrueto Pérez, quien tiene su
oficina en la calle Elías Aguirre y a quien, además de limpiarle su ambiente,
solía apoyarlo, llevando documentación a los juzgados y a la misma fiscalía.
Cierta mañana, mientras se encontraba haciendo su tarea en la
oficina del abogado Barrueto, éste le dijo si podía ir a limpiar la oficina del
abogado Percy Chávez, ubicada en la calle M.M. Ízaga,
casi en el límite con Sáenz Peña . Martha Alejandrina aceptó el pedido y fue a
efectuar la limpieza. Cuando llegó,
observó la presencia de una mujer de ojos achinados, pelo lacio color marrón
castaño, de estatura baja y de contextura mediana. Se dio cuenta también
que el abogado Chávez trataba con familiaridad a la mujer.
En un momento, el abogado le dijo: “Doña Martha ¿qué le parece, se quiere
ganar un dinerito extra para que tenga para comer?” La mujer, quien solo tiene segundo de primaria
incompleta, aceptó. Y, entonces, el
hombre de leyes sacó unos documentos y le pidió que los firmara. La mujer
que a las justas sabe leer y tiene sin
duda un bajo nivel de comprensión de lectura, pero no es tonta, le preguntó al
abogado: “¿por qué hay tantos documentos
para firmar? ¿No son cosas graves, verdad?” Chávez le dijo que no se
preocupara, que eran para un trabajo, y le iba poniendo una tras otra las hojas
con tal rapidez que Martha no podía leerlas.
Pero mujer al fin, lo que sí pudo ver, fueron
las miradas de satisfacción del abogado y de su acompañante. “Ella se frotaba las manos mostrándose
complacida”, manifestó Martha. Luego terminó de firmar y el abogado le dijo
a la extraña mujer de ojos achinados: “Págale”.
Entonces, cuenta Martha, que sacó de su
cartera un billete de 10 soles y se lo dio. No sabía que lo que había firmado
era una denuncia grave contra dos fiscales, a quienes, de entrada, los lesionaba en su honor.
Días después, fue llamada por el abogado
Barrueto. “Estaba muy molesto”,
asegura la denunciante, y cuenta que le llamó la atención: “¿Por qué has firmado documentos en los que acusas
a una Fiscal que es mi amiga?”. Y, entonces, no le quedó otra que decirle
que fue el abogado Chávez quien la hizo firmar esos documentos, y luego éste le
dio 10 soles como propina.
Hoy, Martha Alejandrina está arrepentida de
lo que hizo, y recuerda amargamente las palabras de Chávez: “Con esto ya los fregamos”. El
Ministerio Público emitió la Nota de Prensa N° 65, rechazando las imputaciones
que se han hecho sobre “Direccionamiento
de Licitaciones”. Como suele pasar muchas veces entre los medios, salvo el
que dio cuenta de la denuncia, después de darle vuelta a la Nota, la publicó. El
resto silencio.
Es de esperar que esta situación no termine,
porque la denunciante ha tomado ahora otra actitud. La dignidad de una persona
no se gana de la noche a la mañana. Se gana en base a esfuerzos diarios de buen
comportamiento, práctica permanente de
valores, en su vida pública y privada, más todavía, si se es autoridad. Alguien
debe dar cuenta por este daño. Y ya hay,
por lo menos, un par de nombres a los que se les debe interrogar, mientras se
ubique a la mujer achinada, que seguramente debe estar gozando de sus minutos
de gloria.
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