David Cornejo Chinguel (DCCh), el Alcalde de Chiclayo, es según sus
palabras y también sus acciones, un hombre religioso, creyente. Quién sabe cuándo,
sus padres decidieron su nombre, si sabían el
significado del mismo. DAVID, el que es amado por Dios. DAVID, el que posee una fuerte
personalidad y una gran energía que hace
que, en general, consiga lo que se propone.
Nombre bíblico, nos recuerda al rey, que antes de serlo, venció al
gigante Goliat, solo con su honda y su
inexperiencia guerrera, pues siendo el
hijo menor, su tarea era solo la de ser pastor de ovejas y además el de
tocar el arpa.
El David de Chiclayo, estoy
seguro que ha leído estos pasajes bíblicos. Me lo imagino diciéndose a sí mismo: “Si él pudo, ¿por qué yo no?” Y,
entonces, un día decidió separarse de Yehude
Simon y aceptar unas disculpas que
le debía Cesar Acuña Peralta, hacía poco más de 20 años. Con esa
reconciliación, vino la invitación para que sea el candidato de APP para la
alcaldía de Chiclayo. Fue un duro golpe para algunos apepistas que, con justa
razón, esperaban la bendición del dueño del partido para asumir esa
representación. Me dicen que algunos quedaron con la boca abierta, y otros, con los
ojos chinitos de tanto llorar por la desilusión.
Pero sumisos al fin, hicieron de
tripas corazón y siguieron adelante. DCCh entró con calzador a su nuevo
partido. Era consiente que lo miraban de reojo y supo que si no manejaba las cosas
con el apoyo de sus incondicionales, no iba a tener futuro. Dejó de ir al local partidario, movilizó a
los “cornejistas” a cada presentación que tenía y en una jugada de callejón
(como dirían en el fútbol) propuso a uno de los frustrados aspirantes a la
alcaldía, como Primer Regidor. Pensó que con eso era suficiente, pero se
equivocó. Tiene una piedra en el zapato que, por momentos aumenta su tamaño
y lo hace cojear.
El dos de enero pasado los
chiclayanos íbamos a vivir un momento muy especial. DCCh y sus 15 regidores juramentarían
en acto público, frente a nuestro querido Palacio Municipal. Se terminaban así 8 años de vergüenza, en
la que, no solo los hoy presos, sino también nosotros, tenemos responsabilidad,
por haber permitido con nuestro silencio, nuestra falta de decisión de salir a las
calles a protestar, o de ir a las autoridades competentes a denunciar los
visibles actos de corrupción. Cornejo era el nuevo amanecer, el aire fresco, que a
todos nos devolvería la esperanza de un Chiclayo Diferente.
Por un acto de gentileza de DCCh,
pude sentarme en primera fila en la ceremonia como ex alcalde.
Vi a un alcalde exultante, que
antes de tomar asiento, cual torero victorioso, dio un “paseíto” y saludó a sus
invitados, a sus familiares y al pueblo en general. Y vino la ceremonia de
juramentación. Todos observamos cómo el presidente regional, Humberto Acuña, procedía a efectuar la
ceremonia: “Jura usted….” Y la
respuesta de un sudoroso DCCh: “Sí, juro”.
Los aplausos no se hicieron esperar. Los brazos en alto de Acuña y “el
Chinguel”, sellaban un momento histórico para Chiclayo. Por fin un nuevo alcalde. Por fin tiempos mejores. Fuera la
perversidad, la maldad, los robos, la corrupción, las mentiras.
Pero al parecer otra vez los
chiclayanos hemos pecado de ingenuos. Somos como los adolescentes cuando se
enamoran y piensan que la pareja, a esa edad, es lo mejor que podíamos
conseguir y queremos que dure para toda la vida. No pasaron ni 24 horas, cuando
en la página web de RPP, salían unas declaraciones del ciudadano Roberto Aguilar Núñez, exfuncionario
municipal en la época de Montenegro Dávila: “El alcalde Cornejo ha juramentado por el presidente regional y no es
válido, porque trasgrede lo que señala el Artículo 34 de la Ley No. 26864,
referida a las elecciones municipales, y al Artículo 6 de la ley No. 26997, que
regula el proceso de transferencia municipal”.
Aguilar tenía razón. En ambas normas se especifica que el
juramento debe ser un acto público y que el alcalde juramentará ante el primer
regidor, y ante la ausencia de éste, ante el regidor que le siga. El del dos de Enero sí fue un acto
público. La juramentación no se ajustó a ley y, entonces, lo más sensato era
regularizar la situación en una ceremonia PÚBLICA en el salón de actos
municipal. Pero, entonces aparecieron
los “sabios”, los “ninguneadores”, los
que le hablan al oído al alcalde y que lo llevaron a decir que, “la ceremonia
de la juramentación fue solo protocolar”.
El cuatro de febrero 2015 Cornejo
dijo en RPP: “fue una ceremonia
simbólica. Para mí es un elemento
intrascendente. Yo no entiendo el porqué le dan tanta importancia, pero si hay
que subsanarlo, lo haremos y seguiremos trabajando y si el jurado notifica, nos
sujetaremos al curso de las observaciones”. Era, sin duda, un momento muy
delicado para el alcalde. Luz y Sombra. Tenía
que comerse el sapo si no quería denunciar a quienes lo llevaron a cometer ese
“error”. Claro, muchos coincidimos que el papel que tuvieron los abogados
en este caso, fue muy deficiente. Y, me
refiero a los funcionarios- abogados y a
los regidores-abogados (algunos de los cuales creen estar de vuelta en todo).
Escribo este artículo hoy sábado
22 de febrero 2015. Ayer los rumores sobre una nueva juramentación de DCCh,
iban creciendo. En una actividad organizada por el Instituto Víctor Raúl Haya
de la Torre, conversé con los regidores José
Barrueto y Laura Hernández. A ellos
también les habían llegado los rumores. “Sí,
parece que ha habido una juramentación íntima, donde solo participaron el
alcalde y los regidores de mayoría. A nosotros no nos han convocado”, coincidieron
ambos regidores.
Y, entonces esta mañana contacté
a Ruperto Castellanos, el gerente de
asesoría jurídica del municipio y me
confirmó el rumor: “Sí, ha habido una
ceremonia INTERNA, donde el alcalde Cornejo juramentó ante el regidor Segura”.
Le pregunté entonces si habían estado todos los regidores, y me dijo que solo
estuvieron los de mayoría. Pensé, aquí algo no encaja. Si tomaron la decisión de REJURAMENTAR a Cornejo, era que se aceptaba
que la primera juramentación no era válida. Siendo así, las juramentaciones de
los 15 regidores ante el alcalde, tampoco.
Quise saber, entonces, cuándo se había
realizado esa íntima rejuramentación. La respuesta de Ruperto Castellanos me
desubicó: “fue el 5 de enero, antes de
la primera sesión, si gustas te puedo dar una copia del acta”. Y, ante mi
aceptación, recapacitó y me dijo: “no,
mejor le digo al alcalde para que me autorice, porque estamos a la espera de que
el Jurado Nacional de Elecciones lo solicite”. Claro, esto, en razón de la
denuncia que Ranjiro Nakano hiciera
ante ese organismo, pidiéndole que se pronuncie sobre el caso.
Las preguntas caen solas. ¿Si la ley 26864 dice que la instalación
debe ser en acto público, esta ceremonia íntima corrige la “protocolar” del dos
de enero? ¿Si la juramentación pública era írrita, DCCh tenía la integridad
legal para juramentar a los regidores? ¿Por qué a la ceremonia íntima no
invitaron a los 6 regidores de la minoría? La verdad es que, se está
actuando con torpeza inexplicable. Parecería que el alcalde, sus asesores y los
regidores de su mayoría, hubiesen entrado en un pantano y en lugar de salir sin
desesperarse, se hunden cada vez más.