Algunos
analistas y políticos en actividad, han coincidido en que las exigencias, para poder ostentar
autoridad luego de pasar por un proceso electoral, deben ser más prácticas y
capaces de ser evaluadas por todos. Hoy en día, se piden datos de estudios primarios, secundarios y universitarios. Se
quiere saber dónde trabajó, que cargos ocupó, cuál es su paso por la política
partidaria. Y, claro, muchos nos preguntamos “¿a quién realmente le interesan
esos datos? … ¿Qué utilidad, finalmente, genera para el elector?”
¿Debemos entender en todo caso, que una persona con instrucción básica solamente
y con una experiencia de vida impresionante no puede ser elegida autoridad? ¿Y qué pasa si su comunidad le reconoce méritos? como
no es profesional, como no tiene
maestrías, doctorados y otros grados, ¿está excluido de poder ser electo?
En
el anterior artículo sumariamente señalaba dos puntos que deberían ser tomados
en cuenta para las próximas elecciones regionales y municipales. Los partidos y movimientos políticos que
deseen participar, deben acreditar presencia activa, que incluya local
partidario en cada uno de los distritos que conforman una provincia y además
presentar listas participantes con militantes inscritos en cada distrito.
Pero
también los candidatos deberían probar algunas experiencias de vida, es decir
aquellas que no se estudian en la universidad. Por ejemplo, que los candidatos a los municipios hayan formado una
“Junta Vecinal”, por lo menos en el barrio donde viven. Si lo que desean es servir a su comunidad,
que demuestren las labores sociales de servicio que hayan efectuado. Si no
les interesa el ganar dinero, que coloquen en la declaración jurada de
inscripción sus ingresos mensuales y sus bienes patrimoniales, sin acogerse,
como muchos lo han hecho, a que ese dato
era opcional.
Y,
en el caso de los candidatos a las regiones, el acreditar la formación de
empresas o de liderar las mismas. Que se
pueda comprobar que nunca quebraron empresas. Que sus movimientos financieros
siempre fueron transparentes y de ser posible, que la SUNAT y en caso de
Chiclayo, el SATCh, les otorguen certificados que indiquen que son buenos
contribuyentes. Con esto se evitarían especulaciones, que en vez de
intentar aclarar, solo causan daños
innecesarios.
Sin embargo, una de las sugerencias más
reclamadas, pero también cuestionadas, es la exigencia para que los candidatos,
presenten certificados médicos, en los cuales se señale claramente que no
son drogadictos. Como todos
sabemos, la drogadicción es una enfermedad que consiste en la dependencia de
sustancias que afectan el sistema nervioso central y las funciones cerebrales,
produciendo alteraciones en el comportamiento, la percepción, el juicio y las
emociones.
Hace
un tiempo leí una entrevista que la periodista Laura di Marco le hiciera al Doctor Hugo Marietan y que tituló: “DONDE HAY PODER, HAY PSICÓPATAS” y que
quiero compartir con ustedes en estos momentos políticos electorales que
estamos viviendo en el país. Marietan es un psiquiatra y escritor
argentino de mucha experiencia en el estudio de la mente y el comportamiento
humano. Es egresado de la Universidad de Buenos Aires, donde actualmente es
docente y es un líder de opinión en psicopatía.
Según
Marietan, “la psicopatía se muestra en
la acción. El fantasear sobre matar, violar, estafar, dar y no plasmarlo en la
realidad, no es psicopatía. El vociferar amenazas, tampoco. El psicópata HACE Y
HACE HACER. Puede elaborar exquisitos planes, detalladas secuencias, o
intrincados diagramas para sus acciones, pero es la descarga en lo real de todo
ese material intelectual, lo que lo hace psicópata”.
Para
el psiquiatra argentino, cualquiera no es un psicópata. Señala que no hay
entrenamiento para lograr una mente psicópata. Que no hay un medio que lo
genere. De acuerdo a sus investigaciones, “estos
seres deambulan entre nosotros. Son así. Son formas de ser, como lo somos
todos, pero tienen necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas.
Entre
los rasgos más frecuentes entre los psicópatas, se pueden mencionar: a) el uso particular de la libertad,
b)intolerancia a los impedimentos, c)creación de códigos propios, d) necesidad
de estímulos intensos, e) uso de drogas, f)satisfacción sexual perversas, g)
Egocentrismo y sobrevaloración, h) manipulación, a través de mentiras,
coerción, actos fingidos y fascinación. Por supuesto hay más, pero el
propósito del artículo no es señalarlos en su totalidad.
La
entrevista de la periodista Di Marco fue publicada en agosto del 2013 y en ella,
Marterian dio opiniones antológicas.
Dijo por ejemplo: “La política es
un ámbito donde el psicópata se mueve como pez en el agua, lo que no significa
que todos los políticos sean psicópatas, por eso los podemos encontrar en la
izquierda y en la derecha”.
Cuando
di Marco le pregunta: “¿Cómo
distinguimos a un político psicópata?”. Marterian responde: “Trabaja siempre para sí mismo, aunque diga
lo contrario. Es un mentiroso e incluso puede fingir sensibilidad. Actúa. Y uno
le cree una y otra vez, porque es muy convincente. Un dirigente común sabe que
tiene que cumplir su función durante un tiempo determinado. Y cumplida su
misión se va. Al psicópata en cambio, una vez que está arriba, no lo saca
nadie. No suelta el poder y mucho menos lo delega”.
Y
añade: “otra característica es la
manipulación que hace de la gente. Alrededor del dirigente psicópata se mueven
obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo es capaz de hacer cosas, que
de otro modo no haría. Y puede ser gente muy inteligente”. Y claro uno se
pregunta cómo es que gente inteligente, preparada se deja manipular. El
psiquiatra argentino responde: “porque
es vulnerable a los psicópatas, porque éstos siempre trabajan con las mentes de
los demás. Cuando una persona es vulnerable, el psicópata se mete en su
cerebro. Lo captura. Y cuando esto sucede, lo convierte en su esclavo mental”.
Otro
de los conceptos, que en esa entrevista dio Marterian, resulta estremecedor: “el psicópata es un manipulador, MANDA A
HACER, NUNCA HACE ÉL. Es ingrato, carece de empatía, de la capacidad de ponerse
en el lugar del otro. Y cuando lucha por el poder, aísla a su enemigo y lo
ningunea. O mejor dicho, manda a los demás a ningunearlo”.
Sin
embargo, es preciso señalar que el psiquiatra argentino hizo también una
importante aclaración: “Por supuesto que
se puede ejercer el poder sin ser psicópata y de hecho la gran mayoría de
líderes no lo son. Algunos trabajan por una reelección, pensando en los demás,
buscando el bienestar común. El líder comunitario se distingue porque forma
alianzas y consensúa. Cede para avanzar en la carrera política. El psicópata
carece de capacidad para el consenso, porque precisamente no puede ponerse en
el lugar de otra persona”.
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