Durante cuatro días
seguidos, en la semana que termina, César Acuña Peralta fue el actor
protagónico de todos los medios: escritos, televisivo o radiales. También, por supuesto,
en las redes sociales. Aquellos que veían con rabia y asombro la escalada
apepista en las encuestas, vieron que la virgencita se les aparecía, cuando
alguien “descubrió el plagio de Acuña en su tesis doctoral en la universidad Complutense
de Madrid”.
Allí les brotó, en su
real dimensión, el resentimiento, egoísmo, envidia y celos de toda esa jungla
limeña incapaz de aceptar los éxitos de un provinciano. Peor, si se trata de un
serrano. Sus miedos a que un mal lector, un
mal hablado, un serranito de cachetes rojos, llegara a ser Presidente,
no les cuadraba en su disco duro. Había que impedirlo, el asunto era que todo
lo que le sacaban no le hacía daño.
César Acuña, que había
ganado dos veces la Alcaldía de Trujillo, que había hecho llorar a García
Pérez, que logro también el Gobierno Regional de La Libertad, apuntaba a un
objetivo mayor, La Casa de Pizarro. Cuando se lanzó, la prensa limeña no le
daba mucha importancia. Sin embargo, conforme pasaban los días y su crecimiento
era innegable, comenzaron a preocuparse.
Y entonces, comenzó
el linchamiento. Que su padre había trabajado con narcotraficantes y que había
estado preso. Que aprovechaba de sus universidades para su campaña política.
Que la educación que en ellas se impartían era malísima. Que les pegaba a sus
mujeres. Que tenía varias amantes. Que usaba a sus hermanos de testaferros. Que
no había estudiado el tercer año de primaria. Pero Acuña, seguía avanzando.
Hasta que salió lo del plagio de su
tesis de doctorado en la Complutense de Madrid.
Durante cuatro días
de la semana que termina, CAP ha sido el actor protagónico de los medios
limeños. “Qué vergüenza. Plagiador y así quiere ser Presidente” “Debe renunciar de inmediato” “El JNE debe
sacarlo de competencia, sin esperar lo que digan en España”, decían algunos comentaristas. Mientras los políticos, a
excepción de PPK y Castañeda, se lanzaron con los colmillos afilados a tragarse
a la presa. Sin juicio, ya lo condenaron. Qué ricos mozos. Como si no tuvieran
techos de vidrio.
CAP, más allá de los
doctorados o maestrías, es un empresario exitoso. Fue honesto al señalar que
gana anualmente más de 50 millones de soles. Eso, a algunos apellidos de alcurnia en Lima, les debe haber
sabido a chicharrón de sebo. Tal como sucedió cuando se enteraron que había
contratado a Alejandro Miró Quezada como Rector de la UCV-Trujillo, o a Beatriz
Merino, para que trabaje en su Grupo.
Quién sabe esas acciones no se la hayan
perdonado los elitistas limeños, parte sobreviviente de la rancia aristocracia
que veranea en Asia o Miami. Que no sabe lo que es carecer de agua potable en
la casa, o tener pozos ciegos, que permitan evacuar las aguas servidas. Esos
limeños que siempre han visto al provinciano por encima del hombro y al
serrano, como mula de carga, bueno solo para
que les limpie sus casas.
Con CAP eso se
terminó. Pata en el suelo, en su niñez. Ternos a la medida, por los que paga
5000 o más dólares sin que le tiemble la mano, en la hora actual. Es el
provinciano emergente, que visionó una oportunidad de hacer dinero y lo logró.
Que quiere hacer política sin ser un orador convincente, pero que está
dispuesto a luchar por hacer realidad sus sueños.
Conversando con mi
amigo Lucho Valencia Rivera, me dijo “¿Sabes que es lo que haría yo, en estas
circunstancias? Pues, contrataría una cadena nacional en los canales de televisión
y radios importantes y les hablaría a los peruanos. Pero, sobre todo a los
peruanos que venden mercaderías como ambulantes en los mercados, a los moto
taxistas, a los cobradores de combis, a los maestros olvidados de los pueblos
de la sierra y de la selva. Les hablaría a las madres solteras o que trabajan
como empleadas. Les hablaría a los pobres, a los marginados del Perú”.
Y qué les dirías, le
pregunte. “les diría: Yo soy uno de
ustedes. Yo sé lo que significa ser maltratado, humillado. Yo sé lo que
significa pasar hambre, pero nunca me amilané. Luché para salir adelante. Hoy
me quieren condenar, porque dicen que he copiado mi tesis. Piden que me quiten
el grado de doctor. Pues yo les digo, quítenmelo. Si quieren quitarme todos los
grados, háganlo. ¿Acaso por eso me van a quitar mis éxitos? ¿Quién de ustedes,
que me critican, da trabajo a más de 10 mil personas?”.
La verdad es que, si
Acuña logra pasar esta pista de combate, donde sus temerosos adversarios lo
intentan linchar, no nos debería sorprender una respuesta como “EL ULTIMATUM DE
ACUÑA. SOY SERRANO Y NO LES TENGO MIEDO”.