Lo conocí en la década de los 70, cuando yo
trabajaba en una empresa del estado y
él era un empleado en el área de compras
de Perulac, una subsidiaria de Nestlé,
la empresa suiza que por muchos años operó en nuestra ciudad, dando trabajo a
más de 300 chiclayanos. A Arturo
Castillo Chirinos (ACCh) lo recuerdo por su enorme apego a los militares y su
singular manera de vestirse, generalmente con zapatos y pantalón blanco y
camisa floreada y con una correa de color beige, similar a la que usaban los jóvenes avioneros que cumplían su
servicio militar en el Grupo Aéreo No. 6.
Dicen que antes fue dirigente sindical y que
luego de organizar una protesta, arrió banderas y pasó de obrero a sentarse en
un escritorio, con una nueva condición laboral.
Durante los años 70, cuando los militares gobernaban en el país, no tuvo
mayor presencia en el escenario político. Sin embargo, al volver la democracia,
participó como regidor en las filas de Acción Popular, en las elecciones de
l983. Quienes participaron con él en el
concejo municipal, lo recuerdan como un joven impetuoso, maleducado, grosero, que llegó en un momento a ser suspendido en
sus funciones, por haberse enfrentado a un policía municipal.
Cuando en los 90 aparece el FREDEMO, bajo el
liderazgo de Mario Vargas Llosa, el representante designado para organizar la
participación del movimiento en las elecciones municipales de aquel año era Gustavo del Solar, por entonces,
diputado en ejercicio y militante del PPC.
Del Solar quería que el candidato
a Chiclayo fuera el Ing. Lucio Asalde, que empezaba a ser conocido como un
dirigente gremial, con mucho potencial político. La prensa daba por descontado que Asalde
representaría al FREDEMO y le daba muchas posibilidades de llegar a la
alcaldía, teniendo en cuenta la muy criticada labor que el APRA había realizado
y la simpatía que había generado Vargas
Llosa en su enfrentamiento con un devaluado Alan García Pérez.
Cuentan que una noche, en el local que Acción
Popular tenía en la Av. Sáenz Peña, casi
al llegar a la calle Manuel María Izaga, apareció Castillo con una pistola al
cinto y que luego de algunos diálogos con los que estaban presentes, puso la
pistola en la mesa y con voz estruendosa dijo: “el candidato a la alcaldía soy yo. Y punto”. Asalde “batió el record en carrera de 100
metros” y desapareció de escena y Del
Solar no tuvo más remedio que aceptar la candidatura ante semejante argumento.
Recuerdo que en la noche de las elecciones,
cuando la proyección que se hacía favorecía al candidato del FREDEMO, yo estaba
conduciendo un programa en vivo en Panamericana TV, con enlaces cada cierto
minuto con la central en Lima para la información nacional. En ese tiempo, solo
Arequipa y Chiclayo teníamos ese privilegio. A eso de las nueve de la noche, se apareció en el canal, Gustavo García
Mundaca y pidió lo dejara hacer una declaración. Ante el asombro general,
reconoció su derrota. Yo no lo podía creer. En aquellos años, la tecnología,
de la que hoy hacemos uso, no estaba ni en el pensamiento de muchos de
nosotros. Pero Gustavo siempre fue un caballero
y dijo con voz trémula: “hemos perdido y felicito a Arturo Castillo”.
En los días siguientes y mientras ACCh
comenzaba a disfrutar su triunfo, los apristas se jalaban los pelos, no podían
entender la decisión de García Mundaca, “la diferencia es muy corta. Es manejable.
Nuestros personeros, saben qué hacer”, pero ya la suerte estaba echada. Castillo Chirinos sería Alcalde de Chiclayo y
empezaría el largo calvario aprista, quienes, en el 2015, podrían celebrar sus
Bodas de Plata lejos de la alcaldía chiclayana.
Muy pronto los chiclayanos nos dimos cuenta,
que estábamos frente a un alcalde totalmente distinto de los anteriores. Aun
cuando muchos señalan que Julio
Fernández de la Oliva tenía un
carácter muy difícil, díscolo e irreverente, era sin duda un niño de pecho ante
Castillo. Electo en su lista fue el Arquitecto Jorge Garrido Lecca, un caballero que tenía para todos un trato muy
delicado, propio de su educación en familia y profesional. Una noche entre
amigos, nos contó la enorme sorpresa que tuvo cuando conversando con ACCh, éste le pregunto si ya
le habían dado los ambientes para que realizara sus labores, a lo que Jorge
respondió: “todavía no, pero me han
dicho que en unos días ya estará lista”… Nos dijo: “el hombre se paró y me pidió que
lo siguiera. Fuimos a donde iba a estar mi oficina y donde estaban trabajando
algunas personas”….. Recuerdo que Garrido Lecca nos miró mientras movía la
cabeza y nos dijo: “los miró a todos y
señalándolos con el brazo extendido, empezó a mentarles la madre y a decirles, “se
me van so pedazos de huev..coj..mier..Ahorita se me van””. Jorge no podía
creerlo y nos aseguró que la vergüenza que sentía le impidió hablar. El patán que los chiclayanos habíamos
elegido, comenzaba ya a caminar solo.
Eran los meses iniciales de su gestión y
pronto dio muestras de lo que era capaz. Emprendió una serie de acciones que
llamaron la atención por su audacia, falta de reparos y respetos a los derechos
ajenos. Una de esas obras fue el ensanche de la calle San José, lo que logró
sin respetar acuerdos ni propiedades individuales. Un caso fue el del Sr. César Sánchez (QEPD), que en el 2002, seguía reclamando lo que
Castillo había ofrecido y no cumplido. Pero
a muchos les gustó su estilo. Eran
aquellos que todavía tienen los genes del coloniaje, que les transmitieron sus
antepasados, que los hacían sumisos, temerosos ante el prepotente, ante el
abusador. Raza de cobardes.
ACCh, estudió para ser Contador. Dicen que no
culminó sus estudios. Sin embargo, en lo que se hizo experto fue en
analizar el comportamiento humano. Al
igual que los perros, Castillo olfatea si el que tiene al frente siente miedo.
Con su mirada o con sus escandalosos bramidos, este negrero supo doblegar, no solo a humildes
comerciantes o vecinos afectados por sus decisiones, sino también a profesionales:
arquitectos, ingenieros, contadores, abogados, etc que deponían sus
conocimientos ante la prepotencia y soberbia de un ignorante, endiosado por
serviles que lo pusieron en una condición de “iluminado” y el único que podía
sacar adelante a Chiclayo.
En 1990, el Perú se debatía en medio de una
situación caótica. Sendero Luminoso y el MRTA, habían puesto de rodillas al
estado. No podía ser de otra manera si el gobierno de Alan García Pérez no supo
nunca cómo enfrentarlos, y lo más grave fue que en cierto día elogió a las
huestes senderistas, destacando su identificación con la ideología desplegada
por Abimael Guzmán…. Ya con Fujimori en el poder, el gobierno tuvo que
recurrir a una serie de maniobras para paliar la angustiosa situación económica
que vivíamos los peruanos. Fueron los años de las grandes filas, para comprar
arroz, azúcar aceite. Los peruanos
llorábamos nuestra suerte, mientras que García y sus doce apóstoles, ya no
sabían dónde poner toda la riqueza que adquirieron.
Fujimori, dispuso que como emergencia, los
municipios compraran alimentos para paliar las necesidades de los MAS POBRES de sus respectivas
jurisdicciones. Básicamente arroz, azúcar y aceite. Castillo decidió hacer de las suyas y en vez de comprar en el mercado
local, todos sabemos que Lambayeque produce arroz y azúcar, lo hizo a comerciantes de Jaén. Solo
el flete era ya un costo adicional que sobrevaluaba todo.
Era Presidente de la RENOM, Juan José Salazar García, quien al
tomar conocimiento de esta evidente acción de peculado, lo denunció
penalmente. Luego de algunos meses de
juicio, Castillo Chirinos fue condenado a 4 años de prisión por la II Sala
Especializada Penal que integraron los vocales superiores: Carlos Celis Zapata, Adriana Gonzáles Vigil y Cromwell Seclén Núñez del
Arco. Esa mañana y terminada la lectura, Castillo, el hombre duro, el
implacable, el “macho alfa” del municipio chiclayano, pidió ir a un
ambiente contiguo a la sala de audiencias. Allí arrancó a llorar. Solo con
Jesús Yesquén, su jefe de relaciones públicas, el hombrón se derrumbó. No oía
los gritos de apoyo de la portátil que sus “ayayeros” le habían llevado.
Jesús le dio su pañuelo para que secara
las lágrimas y los mocos que le caían como las Cataratas de Iguazú.
Dicen que ACCh, se veía ya en Picsi. No tenía
a nadie que lo ayudara en la Corte Suprema y su apelación podía quedar en nada.
Cuando se le apareció “la virgencita”.
El Ing. César Becerra Leyva era un
empresario propietario de maquinaria
pesada que solía trabajar con municipios y gobiernos regionales. Un hombre
locuaz, de acción, con muy buenos contactos. A él se le abría muchas puertas, pues la leyenda negra decía que era
hermano de la esposa de Vladimiro Montesinos. Nunca desmintió ni afirmó el
parentesco y Castillo lo contactó. En una reunión habida en el Garza Hotel,
ACCh le pidió apoyo. Becerra le dijo que no habría problemas, que lo ayudaría,
pero que, como compensación, quería que luego le diera trabajo a sus máquinas.
En medio de su desesperación, Castillo aceptó.
Nadie sabe cómo, lo cierto es que meses
después salió el fallo de la Suprema.
Absuelto. Cinco votos. Unanimidad. El alma le volvió al cuerpo. Castillo
había pasado su primera vía crucis. Volvía para ser el de antes del juicio. Y
lo primero que hizo fue dejar de lado su acuerdo con Becerra Leyva. “Eres muy caro” le dijo y le dio la
espalda. Becerra se lo presentía, porque cuando le pidió que les hiciera un
presente a los vocales supremos, Castillo compró unos kingkongs (no sé si eran San Roque, o de los que
venden en los omnibuses. Nunca se los dio por vergüenza ajena que le
llaman……..
(CONTINUARÁ)